Días atrás las tortugas tuvieron la suerte de estar en algunas de las charlas que la semana de la montaña ofrecía a todos aquellos curiosos, amigos y amantes de la montaña y de los viajes. Se pudo comprobar como este deporte por llamarlo de alguna manera nos atrae sobre todo por la sencillez de sus practicantes.
Gentes que sin afán de protagonismo buscan algo más, encontrarse a si mismos tal vez, en el largo de una pared o sentados frente a un glaciar luchar contra sus temores arropados por el hielo.
De una forma sencilla, pero clara y meticulosa las montañas de su pasión sólo se ven eclipsadas por las colinas de su humildad, mostrando las bondades de los lugares visitados, aunque estos sean agrestes, fríos o calurosos. El ojo del montañero no es extraño en parajes recónditos sino cómplice y amigo. Sitios marcados por la majestuosidad de sus paisajes, lo impresionante de sus paredes, el día a día de sus gentes. Lugares siempre donde algún amigo da un consejo útil antes de caer en un error y donde se pone a prueba todo lo aprendido mucho antes, técnica, orientación, honestidad, nobleza.
El aire fresco no tiene precio, el saludo del sol es impagable, el color que acaricia a través de las nubes es un regalo para quienes tienen las manos abiertas.
Es una filosofía de vida, donde cabe todo desde los valles de orgullo, hasta las ya mencionadas montañas de pasión, y donde cada uno elige su sendero.
Piedras, carreteras, hielo espejos todos ellos de uno mismo y de la forma de encarar la vida, fundiéndose para crear una extraña pasta con la que se recubre el corazón.
No estuvimos en todas las charlas cosa que nos da mucha pena, pero tenían muy buen feeling
Gentes que sin afán de protagonismo buscan algo más, encontrarse a si mismos tal vez, en el largo de una pared o sentados frente a un glaciar luchar contra sus temores arropados por el hielo.
De una forma sencilla, pero clara y meticulosa las montañas de su pasión sólo se ven eclipsadas por las colinas de su humildad, mostrando las bondades de los lugares visitados, aunque estos sean agrestes, fríos o calurosos. El ojo del montañero no es extraño en parajes recónditos sino cómplice y amigo. Sitios marcados por la majestuosidad de sus paisajes, lo impresionante de sus paredes, el día a día de sus gentes. Lugares siempre donde algún amigo da un consejo útil antes de caer en un error y donde se pone a prueba todo lo aprendido mucho antes, técnica, orientación, honestidad, nobleza.
El aire fresco no tiene precio, el saludo del sol es impagable, el color que acaricia a través de las nubes es un regalo para quienes tienen las manos abiertas.
Es una filosofía de vida, donde cabe todo desde los valles de orgullo, hasta las ya mencionadas montañas de pasión, y donde cada uno elige su sendero.
Piedras, carreteras, hielo espejos todos ellos de uno mismo y de la forma de encarar la vida, fundiéndose para crear una extraña pasta con la que se recubre el corazón.
No estuvimos en todas las charlas cosa que nos da mucha pena, pero tenían muy buen feeling
3 comentarios:
Estupendas palabras, que recogen el sentir colectivo de "ser montañero", como decía César Tejedor, "Ser montañero.... es una especial concepción de la vida, una forma de ser que imprime auténtico carácter en los que lo practican"
Gracias por su apoyo y su asistencia.
Pasión por recorrer los parajes que envuelven mi tierra, por partir a descubrir otros, poder alzarme entre lo vertical y las alturas para dejar las nubes bajo mis pies. Andar descifrando el laberinto de la vida, aunque alguna presa se desprenda de mis manos.
Tortuga.
Bonitas palabras,muestran gran sensibilidad y una forma de entender la montaña que adoro.
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