Deseos cumplidos, vía Del Viento, nombre de poema.

Hacía frío en la Pet y se decidió que mejor para otro día, así que buscamos el sol que nos llevó a la más cercana y esa hicimos.

Mientras unos subían la Directísima (6a/Ae) y otros por la Del Diedro (V+), las tortugas subieron relajadas por la Del Viento (V). Tres clavos en el primer largo, seguros escondidos y paseo hacia la brisa, segundo largo cómodo con dos buenos párabolts en su R, el tercero de esos de perderse ¡Voy para la placa del friki! no, monto aquí, monto allí, más arriba, más abajo, el cuarto largo de transición.

Mientras el humo paseaba por nuestras gargantas escuchábamos vía walkie, como algunos bajaban del diedro para embarcarse en otra vía de la cara oeste e incluso al final, gritos de alegría de los González que ya besaban el rápel de bajada; nosotros mientras, a golpe de almendritas y dátiles seguíamos escalando por lo evidente. Ya en cumbre, ritual de bocadillo y tabaquito, donde algunos se despidieron con la prisa de seguir disfrutando en otros lares.

Grrr grrr, la emisora nos hacía pensar rápidamente, los amigos necesitan una cuerda. Rapelar en simple de un segundo largo en la catedral no es tarea fácil, la cosa se resolvió sin complicaciones, aunque está claro que cuando escala uno, escalamos todos, cuando rapela uno, rapelamos todos, cuando uno se agobia, nos agobiamos todos. Al final no tuvo mayor incidencia, pero así son las tortugas.

Extraños fenómenos que si se cuentan, no se creen, así que sólo serán anécdotas de bar en un martes por la tarde.

Ya en carretera comentarios de la pared, fuimos por aquí, hicimos esto y lo otro, retorno de risas hacia el coche, vuelta a la ciudad envueltos en niebla y ligera llovizna, dulce para golosos antes de entrar en casa, mientras alguien con una llamada telefónica buscaba un acuario a la sombra de un escaldón, amigos que estuvieron por Anaga, nobles escaladores, amigos a pie de vía al fin y al cabo.

Buenos momentos.

Una menos que diría alguno, en este gran tonique llamado La Catedral.