El extraño caso de: “El Ojo Turco”

Un caballero estaba pagando unos cafés de los que habíamos dado buena cuenta momentos antes, cuando de repente su ojos encendidos se fijaron en una máquina expendedora cercana a la puerta de la gasolinera “ojos turcos” rezaba en un papel escrito a rotulador y pegado de cualquier manera en el cristal del artefacto en cuestión. Sin explicación alguna, se acercó rebuscando en sus bolsillos y un rato más tarde ya contaba en sus manos con la preciosa “joya”, mezcla de plástico brillante y alguna especie de bombillo fundido. Nosotros inocentes desconocíamos la extraña verdad de esta joya de gasolinera. Nuestro día de escalada cambiaría por momentos.

Una vez llegados al lugar elegido para escalar y después de recorrer el camino pertinente hacia la base de la pared una serie de hechos inconexos tomarían forma uniéndose cual puzle de paisaje extraño.

Olvido de gatos que impide a una cordada después de meditarlo mucho trepar, así que deciden observar a la otra cordada, mientras descansan plácidamente entre bostezos, pasamontañas y gritos al viento.

En la pared se progresaba a buen ritmo, se repetía un largo para luego abrir el siguiente y terminar lo comenzado días atrás. Se escalaba con tranquilidad protegiendo cuando se podía, buscando siempre alguna fisurilla compacta. De vez en cuando volaba alguna roca golpeando las piteras en el suelo, dejando una marca a su paso. Así se consiguió llegar a la reunión, unos 30 metros más arriba. Ahora era el turno del siguiente tramo, cuyo objetivo era el último largo del día. Otros 30 metros de roca descompuesta, ascendiendo por un pequeño canal con el objetivo de salir por arriba. Mientras el “ojo turco” brillaba en la seta de la mochila las piedras zumbaban enloquecidas en su camino a toda velocidad hacia el suelo, los gritos del primero de cordada rompían la monotonía de la espera.

De pronto, convencidos, la dichosa “joya” se encendía iluminando por completo la mochila, un bloque caía por la vertical, sólo se escuchó un tenue grito a lo lejos porque el característico zumbido que acompaña al vuelo de un tonique era sordo…. El resto, bloqueo de cuerdas, carreras hacia cumbre, rapelar por la izquierda, descenso del magullado hasta la base, recoger el largo y sentarnos a reflexionar, fue todo un cúmulo de velocidad y buena organización.

¡¡Los destellos del Ojo Turco nos habían dado!!

El Ojo Turco.

Vía de dos largos que arranca en una pequeña placa tumbada para luego solventar un paso en desplome e ir ascendiendo por un canal algo roto hasta llegar a un arbusto donde se puede montar reunión con algún cacharro más para fortalecer; este es el mejor de los dos largos, el más estético y curioso. El segundo más descompuesto que el primero, sube recto por la vertical de la reunión y pasando una cueva toma un pequeño giro hacia la izquierda para luego al tiempo que se asciende volver a la vertical de la reunión.

Esto conlleva el tener extremo cuidado con la vía, al montar reunión hay que conseguir a toda costa protegerse de las posibles piedras que puedan caer, pues cruzarán la reunión a toda velocidad y sin contemplaciones. De resto recomendada para gente curiosa.

 

El croquis donde siempre.