viernes, 23 de mayo de 2014

Donde oscurece.

Se desboca el cuerpo que parece arremeter contra los sentidos, no cabe en su propia piel y rompe contra las paredes, quizás buscando el olvido para no sentir las ausencias. Decide alzarse entre la roca, allí parece no pasar nada, todo desaparece, hasta ese ronroneo que apretaba en la senda.

Agridulces sensaciones que se desmenuzan y se reparten por los poros, salvo allí, junto a la montaña, que sabe de arrancar misterios, historias y desesperanzas para dejar la calma de la conciencia desde el momento que se une a la cuerda, desde el soplo de una rejalgadera. img123

Descubre pasiones mientras asciende y la porosidad sabe de ajustar cuentas con las sienes, no hay más que el tintineo y la oscuridad de la mente deteniendo gritos y sollozos, alarmas que se atajan con un pui, y… condensa los pensamientos en ese lapso en que es atacada por fantasmas sagaces, que saben deslizarse mansamente para punzar donde duele, donde saben estremecer lo bueno, cautivadores del paisaje, pero sólo aprietan un instante.

La garganta áspera, salobre, no hay fuentes que cubran este desapacible encrespamiento que llega a unos tobillos olvidados, sencillamente quedan con secuelas del camino, de besos, de historias, de sendas, de veredas…de laberintos.

Ve una ventana, muere el pasado y renace la mezcla del sabor, agarrarse a algo que la conmueva y saltar, volar, imaginar y continuar soñando, amasar porcentajes en balanza. Creer que hay algo más y desperezarse ante la vida aruñando las ansias de mostrar las manos, de ser recibidas. Buscará ventanas en el día, en la noche, a media tarde, cuando las cosquillas de la vida no sean suficientes y haya que inventar utopías posibles para abrazar y andar por los adoquines, aunque lleve tacones, aunque no lleve los pies de gato.

 

Tortuga

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