El sábado tomó un cambio repentino, la tapa, el caldero y muchos más se acercaban al Teide para escalar.
El objetivo era algo ya realizado, una vía solo para disfrutar, así que una vez organizados arrancamos hacia el cielo, en su defecto el parque nacional, para una vez allí acercarnos a la “Bizochi”
La vía en cuestión estaba ocupada, había que esperar… pero esto duró poco. Mirando a la izquierda observaron la posibilidad de subir por el costado de la placa grande, así que después de valorarlo, se cambió el itinerario.
Saltándonos un largo, más que nada por no volver a bajar, arrancamos hacia arriba.
En líneas generales la roca es bastante buena, siempre claro está, con zonas de piedras sueltas, no hay que olvidar donde estamos.
Anclado en la última reunión alguien me da una máster class de cómo sacar link Cam atascado, perseverancia, observación y paciencia. Prácticamente como en la vida misma.
La suave brisa que nos acompañaba hizo que saliéramos zumbando de la cumbre para evitar volar como una cometa.
El “espolón de los Ginebrinos” nos saludó a golpe de ráfaga y el pateo nos dejó en la salida de la Cresta del Gallo.
En un lugar resguardado, se probaron las delicias de la tierra, sardinas pitingo y chuchería varias, ¡como debe ser!
El último largo me tocó a mí y no porque yo lo dijese, ni porque saliera a sorteo. Anclado en los límites que mi mente impone y mi cuerpo predispone, las extrañas circunstancia que la vida me va lanzando a la cara, hacen que mí humor y mi actitud sean como esas ráfagas caprichosas que forman remolinos, donde a veces no se puede ni hablar porque el viento te impide hasta pensar.
Alguien tomó la iniciativa, ¡ Te toca a ti! Yo obedecí. Indeciso llegue a cumbre, pensando en la escalada y en más cosas. Despejado de haber descansado mi mente.