¡¡GUAU!! El Cano, El Agando, LA GOMERA.

El objetivo era claro, acabar lo que un día se empezó, una vía larga, alegre y entretenida, dejando lo menos posible en la pared, es decir nada. Poniéndole ganas y energía pudimos cumplir nuestra ilusión.

La noche nos saludó con unas croquetas y el día comenzó con una flor en forma de bizcochón que alguien preparó para tamaña empresa, así que después de caminar y destrepar, arrancamos.

Recorrimos los tres primeros largos ya abiertos con suave rapidez. Un primer largo fácil pero muy descompuesto, al final una reunión en un árbol que nos abría la puerta a la segunda tirada, ésta algo más técnica con agarres algo inestables y al final unos metros de los llamados complicados y así llegábamos a otro árbol donde preparar el último de los largos conocidos. Saliendo por un diedro con un paso de techo al final que se consiguió liberar, cortesía del Titán, el de la eterna sonrisa.

En una poblada repisa tocó el largo de artificial, algunos metros sin seguros fiables, pasos de microfrienes, algún plomo por el camino hasta llegar a una reunión acorde con lo escalado, un peck, un cintajo en una laja y algún friend para dar confianza.

Ahora tocaba tramo intermedio donde observar por donde salir, ya a más de mitad de pared. El escape a la derecha impracticable y el ansia de terminar como se terminan las cosas hicieron que al final la suerte nos cuadrara. Después de mucho observar, 60 metros en una tirada que nos dejaban en cumbre con unos pasos finales duros y enrevesados, saliendo justo al libro de cumbre.

Destruidos llegamos algunos a vislumbrar la cima, como ya decía el Titán: va a ser duro je je; más para uno que para los otros, es lo que tiene el ir a remolque.

Esperamos la repetición de esta vía “´Tírame un cabo” por alguna cordada tan entusiasmada como la nuestra, para acabar tan orgullosos como nosotros con nuestra cima.

El resto de días se pasó recuperando el aliento entre escaladas en Salamanca donde Pedrito ha forjado una joya que todos deben probar y cumbre en el Agando, además de recabar información por si en un futuro surgiese alguna otra aventura.

Atrás queda la cena entre amigos, contando anécdotas en neopreno, explicando los entresijos de la taparucha o mirando a la luna huyendo de la vieja de la podona. ¡Guauuuuuu! ¡Qué vistas! ¡Qué cumbres!. Hasta un fantasma nos visitó, fue visto y no visto, eso sí, de recuerdo una tortuga mal herida nos dejó.

Gracias a todos, a Cristina por su carnita picantita ¡uf!, al acompañamiento de Migue, a Damián con su walkie animando a los destruidos, al café de Julia, a las anécdotas del Coe, a los consejos del señor motivación, a la aparición del “duende” el Sr. César, a los rápeles de Pedrito, al cálido saludo de D. Pedro, alma de la Gomera.

Un placer compartir con el Sr David, una escalada donde su optimismo y perseverancia daban alas al grupo. Su risa contagiosa da vuelo a la mente para seguir jalando pa´rriba. Un abrazo o como diría él ¡qué bueno, qué buenooo!

Eterna gratitud a La Gomera, donde por instantes nos alejamos de la extraña realidad que nos persigue justo después de bajar de los roques.

Dordoka da fe inquebrantable, con mirada fija en objetivos que esta vez los “destruidos no pudieron alcanzar”, pero que seguro en algún momento se llegará.

Un abrazo.