Para unos caído del cielo, para otros premeditado estudiado y entrenado, así comenzó la aventura para un puñado de amigos a través de Asturias, tierra de peñas, de verde intenso, de vacas, de pequeños pueblecillos. Tierra de gratitud innata para aquellos que saben entenderla y amarla.
El Picu Urriellu siempre majestuoso y desafiante nos volvió a mostrar su cara, sus nubes, sus senderos donde pisar firme hacia el objetivo de libertad. Nuestra meta no se cumplió en parte, aunque algunos sí consiguieron realizar la vía elegida, eso sí, en dos jornadas.
Sabedores que la cima anida en nuestra mente, en nuestros anhelos y deseos, en nuestra cabeza y en nuestros corazones.
La meteorología nos acompañó aunque a veces el calor hizo mella, cosa esta impredecible en estas tierras de Asturianas.
Entre roca, lentejas, macarrones y calambres, según algunos por falta de sales, transcurrió nuestra estancia siempre a la sombra del Naranjo.
Nada más llegar un rescate de los habituales en este paraje al tiempo y justo en el otro lado veíamos ascender a una cordada femenina con más valor que suerte, aunque su objetivo lo cumplieron, ascendiendo “El Pilar del Cantábrico”. Nosotros bajando a mitad de vía para al día siguiente un pequeño grupo terminar la empresa empezada el día antes y entre medio ayudar a una cordada que por falta de previsión tuvieron que pasar la noche en la pared, con lo puesto que no era mucho, más bien poco.
Así nos alejamos, cargados, pero más sabios o quizás más tontos, pero sosegados porque el Naranjo también da paz.
En Sotres comenzó nuestro periplo de peñas siempre entre inmensas praderas salpicadas de vacas. Primero Fresnidiello, donde la roca se deja escalar y así de chorrera en chorrera íbamos progresando sobre seguros que alejaban y presas que enganchaban.
Una vez acostumbrados a la idiosincrasia de la zona, acumulamos un pequeño puñado de vías, todas ellas pequeños tesoros por su trazado, la calidad de su piedra y la belleza de su entorno. Fisura, cazos, placas adherentes, chimeneas.
Saltando de peña en peña y felicitando siempre unas veces de palabra y otra de pensamiento a quien hizo esta deliciosa selección, añorando además el no tenerlas más cerca para poder repetirlas o probar nuevas líneas. El Gran Diedro, con un primer largo para enmarcar, el Espolón Tabucho con su placa fisurada, la Línea Blanca o el Espolón de los Pioneros, vías cortas para los trazados que allí abundan pero de auténtico lujo donde pasar una tarde que amenazaba lluvia, pero por otra parte nos permitía diversión. Las Noches de Escuela o la Venus con su adherencia, sus cazos y sus pequeños pasos de travesía.
Nuestro pequeño cuartel general un pueblo de 32 habitantes donde nunca vimos a más de dos, era el lugar de planear el siguiente paseo, de llenar el camelback e incluso de buscar un plan alternativo por si el tiempo nos regalaba lluvia.
Si las vías fueron de cinco estrellas como se suele decir, de muchas más fue la compañía, lo que unió el azar una tarde en el Rio, donde se gestó esta pequeña aventura cuadró a la perfección. Uno con sus barritas que llevó para él y para todos, otro con su incondicional tecnología que nos guió por las carreteras llevándonos de peña en peña, otros con su pasión por ver, sentir y escalar, otra por ser la guía y el alma mater del grupo, y otra más por su pasión y su eterna sonrisa.
Gentes que en mi corazón tienen un hueco privilegiado a la sombra de los recuerdos.
1 comentario:
Bravo!!!! Dulce!!
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