Me dejé tomar por tus manos y me desplacé ágil y contento de aproximarme a tu cabeza, una vez más a tu vera alta. Un ajuste a la cabeza, un apretar al cuello y un alzarme hacia las alturas junto a tu cabellera revoltosa. Yo orgulloso ofreciéndote protección y seguridad que es lo mío y tu despreocupado, tomando la placa de un corazón de metal.
El sol apretaba y mojado me sentía, algo pegajoso, pero aún así no podía descolocarme, lo primero es lo primero y aunque sufría con cada gota de sudor tuya yo resistía la embestida porque yo era tu cobijo, tu salvaguardia, pero cuál fue mi decepción cuando una vez alcanzada la cumbre rápidamente me desenganchaste sin ser consciente de lo que aquello conllevaba; un despiste y un vuelo sin control recorrió mis curvas, grito y nadie me oye, un clack y otro y otro más, ruedo por las piedras ya calladamente, estoy herido, herido en mi modestia por no saberte inteligente, de pensar que me apreciabas, de que te apreciabas…
Alguno sale en mi busca, me toca, me acaricia, me desarma para ver mi interior, estoy entero no hay fisuras ni nada que lamentar, esta vez he tenido suerte, gracias que he sido yo y no tu.
Ya he salido del dolor, pero tiemblo cuando te tengo cerca, aún así, deja que olvide el hecho porque a ti no puedo, pronto volveré a hablar con tus rizos, no soy rencoroso.
Un casco ali-caído.
Tortuga
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