Carna Vals de las alturas.

Para subir al Teide no hacen falta excusas, entrenamiento, paseo, trekking, da igual, aparcas el coche y te pones a caminar. No hay más.

Carlitos hacía ya muchos años que no subía, de hecho ésta era la segunda vez que se adentraba en aquel sendero empinado tan frecuentado por montañeros y turistas. El sendero era el mismo, las prohibiciones habían cambiando algo desde su última vez.

Mientras sus amigos preparaban tiempos, descansos y desniveles, él como de costumbre caminaba con la despreocupación del que sabe donde esta.

Carlitos debido a su paso rápido se distanciaba del reducido grupo que algo más atrás iban ganando metros y perdiendo minutos. Al final Carlitos se dio cuenta de que este es un lugar, donde vienes acompañado para estar solo, acompañado únicamente de tus latidos que se disparan rápido a medida que se gana altura.

Las motas de color diseminadas a lo largo del sendero le daban una referencia de sus compañeros de pateo.

Los más cercanos a él, era una pareja que avanzaba rápida hacia Altavista aunque al final la cabeza de uno de ellos llamó al orden al resto del cuerpo y éste como un perrito sumiso tuvo que hacer caso, descansar y relajarse. Más atrás un extraño gorro cubierto de cascabeles se movía firme entre la lava cerrando el grupo, el Sherpa organizaba su tiempo en respirar, controlar sus músculos dañados y organizar las paradas técnicas.

Sentado en los bancos de maderas justo en la puerta de Altavista se puede observar todo el círculo de Las Cañadas, se pueden recordar ascensiones anteriores e incluso amparados en la somnolencia se puede imaginar cómo el muro blanco que avanza por el horizonte puede llegar a devorarte.

Mejor bajar antes de que cambie el tiempo así que el grupo y Carlitos se ponen nuevamente en marcha, aunque ahora la bajada es más rápida pese a la disconformidad de algunas articulaciones rebeldes que como maquis en sierra morena campan a sus anchas.

Muchos volaban montados en bastones.

Ya en la base y volviendo por la pista hacia los coches el tiempo nuevamente vuelve a cambiar esta vez cual polvos de talco en carnavales lejanos, el agua viene marcada por la nieve, avanzando tranquilo Carlitos va embebido es sus lejanos recuerdos. Es la misma montaña, prácticamente el mismo sendero, pero el cielo aunque sigue siendo azul ya no es el mismo.

Muchas más veces subirá a la cumbre, pero ninguna será igual a la anterior aunque nada se mueva y todo permanezca, es sólo un burdo engaño del ojo que a ratos juega con la nieve, esa, la que enfría el alma.