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A veces una encuentra una línea que le habla, que quiere charlar con
caricias, de volver al encuentro entre “los amigos” y sacarles el partido
adecuado sabiendo elegir desde el suelo cuál no y cuál sí, y entonces un arnés
se carga de ellos, pequeños pocos, medianos varios, y sé que hasta el azul puede valer y
como en el Oeste, me enfundo el cargamento que iré repartiendo por su mueca
vertical, disfrutando de mis dedos retorcidos unos encima de otros, de una
espalda en contraposición, de una fisura donde las manos se hacen puños firmes,
concentrados y disfrutados, con unos pies curvados donde el dolor acaba cuando
llegas al suelo, pero eso es después, mientras tanto, me encaramo por ese surco
que me envenena de sabia dulce para llegar al final con la boca seca.
Hermosa hasta para verla sentada.
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